Innovación y tecnología: en el congreso Novagob 2015

En los momentos en los que se publica este post está teniendo lugar en la Universidad de La Laguna el Congreso Novagob 2015, red social sobre innovación pública en la que colaboro en calidad de analista web desde hace unos meses. En esta edición participo en la mesa redonda de Tecnicas y tecnologías para transformar la administración, moderada por Alberto Ortiz de Zárate y donde estaré acompañado de Maria del Cristo Morales del ayuntamiento de  Santa Cruz de Tenerife, de Lucía Escapa (del Ministerio de Presidencia) y Modesta Costa Amorós, del Area Metropolitana de Barcelona. Aquí os presento las líneas generales de mi intervención.

La innovación parte de entender que realmente NO hay nada fijo: no hay cuchara
La innovación parte de entender que realmente NO hay nada fijo: no hay cuchara

La analítica web como disciplina no tiene un fin operativo por si mismo. Uno no mejora por el mero hecho de hacer un análisis de lo que pasa pero, para ser justos, mejorar sin analizar la realidad es más fruto del azar que del esfuerzo. De esta manera, creo que la analítica, no solo la digital sino en términos generales, es una clave para una mecánica de la innovación. Es cierto que considerar innovación la mejora incremental a partir de la experiencia es, como mínimo, arriesgado, pero lo cierto es que el aprendizaje y la creatividad son algo más complejo de lo que podríamos pensar. ¿Cómo contribuye la analítica digital a mejorar las organizaciones? y, lo que es más acorde con este tema ¿es capaz de generar nuevas respuestas a los problemas de la gestión?

Tecnología e innovación:

La relación entre tecnología e innovación es más que evidente. La asimilación de la tecnología está automáticamente asociada con un cierto nivel de innovación, aunque sea porque su propia existencia supone hacer las cosas de manera distintas. Desde ese plano la existencia de una tecnología disponible es un factor atractivo de la innovación: una ventana de oportunidad para mejorar lo que hay.

Por otro lado, permite (o debería permitir) la revisión de lo que se hace para compatibilizar lo que se hace con lo que la tecnología ofrece. De esta manera, la tecnología, que se vende, como decía la OCDE, como «catalizador del cambio» supondría redefinir las relaciones de poder en la organización.

¿Seguro?

NO.

La duda, la pregunta y la innovación.

Pese a que el silogismo parece realizarse de manera automática, incorporar una tecnología no obliga a replantear nada (o casi nada). Utilizar las mismas  normas de procedimiento, por ejemplo, para realizar un trámite pese a tener una tecnología nueva es, básicamente, algo que encontramos con una frecuencia que cada vez afortunadamente menor, aunque la reciente Ley de Procedimiento Administrativo Común viene a mostrar que en 2015 hay que poner negro sobre blanco para impulsar determinados cambios.  Lo que nos hace cambiar lo que hacemos no es la tecnología en si misma, sino replantearnos la necesidad y el resultado de lo que hacemos.

No hay peor error que aquel que no sabemos que cometemos, y nunca lo vamos a encontrar si no lo buscamos. La cuestión, y el problema que ha tenido siempre la burocracia, es la conjugación de una frase muy peligrosa:

Esto se ha hecho siempre así

De esta manera, analizar lo que se hace y lo que funciona es una clave para la innovación. Se trata de convertirse en un escéptico permanente respecto a nuestro trabajo, nuestras costumbres, nuestras obligaciones y nuestros resultados para encontrar respuestas que antes no hemos hecho.

Analizar el trabajo permite actuar en dos sentidos:

  • Mejorar respecto a si mismo: comparar de manera temporal los resultados a raíz de las distintas acciones que realizamos para mejorar el servicio.
  • Buscar resultados en otros sitios: la tecnología estandariza, por definición muchos elementos de trabajo que, hasta la fecha eran o diferentes o dificilmente comparables. Se convierte, en si misma en el denominador común a través del cual podemos sumar y restar el funcionamiento de diferentes organizaciones y procesos.

La mejora como base de la innovación.

El dinamismo de la tecnología y la presión de los mercados han hecho que se generalicen las tecnologías que buscan satisfacción y rentabilidad en ciclos cortos y visibles. Podríamos clasificar estos procesos en dos enfoques diferenciados:

  • La búsqueda de la excelencia: que trata de introducir cambios de mejora óptima a través de cambios incrementales, tal y como ofrece, por ejemplo la metodología Agile.
  • La deconstrucción hasta la esencia: que busca desnudar la estructura hasta conseguir la «piedra filosofal» del proceso y, a partir de ahí, seguir construyendo (algo más propio de la metodología Lean).

Aunque en ambos casos, el trabajo constante y exigente permite alcanzar resultados más que satisfactorios, no podemos considerar que valen ni para todas las organizaciones ni para todos los momentos (tal y como explica de manera más que itneresante Alejandro Barros en su blog hablando precisamente del modelo Agile). En todo caso, parten de la búsqueda constante de mejoras a partir de un primer punto inicial: conocer lo que está pasando, es decir, analizar.

La analítica como un instrumento de innovación a todas las escalas.

Entonces, ¿dónde podemos poner la analítica en este discurso? Si hablamos de un momento en el que Internet ha roto por completo relaciones entre organizaciones y personas, y la configuración de nuevos modos de interacción, comprender estos modelos es una de las bases para generar nuevas respuestas.

A partir de estudiar como funciona nuestra organización en su plano digital, y cómo se integra con el resto de sus facetas, podemos generar un discurso adaptado a lo que necesitamos. Un mantra profesional de todo analista es que no se puede mejorar lo que no se mide.  Saber si entendemos a los usuarios y si nos entienden; plantear si un requisito o una información, tal y como se plantean, son más un obstáculo que una ayuda; comprender si ese diseño tan claro está sirviendo para que más gente pueda acceder a servicios a los que tengan derecho… son aspectos que nos abren la puerta a pensar de otra manera.

Sin embargo, el auténtico valor de la duda no es tanto su aportación tecnica y utilitaria, sino su capacidad de generar un discurso propio a partir de lo que funciona. Las respuestas que obtenemos de entender al público, al ciudadano, pueden llevarnos a proyectos que no podemos abordar nada más que a largo plazo, pero si nos puede permitir buscar respuestas no tan ambiciosas, aunque si muy satisfactorias. Saber qué es lo que haces es lo que te permite ser el dueño de tu propio destino, y de eso es de lo que se trata realmente la innovación: de buscar tus propias soluciones.

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