En el ciclo que estamos viviendo con la pandemia global, uno de los temas más importantes es el papel de la tecnología en su contención. La capacidad de seguir, analizar, anticipar casos es y será en el futuro una clave para salir de esta crisis. Quizá lo más visible es el uso de aplicaciones de trazabilidad de contactos que, en el caso de España, se llama Radar COVID. Esta aplicación, recientemente liberada y en pleno despliegue ha dado lugar a profundos análisis. Yo quiero quedarme con siete cosas que se pueden aplicar (y que nos ayudan a entender) la Transformación Digital de las AAPP en España. Ahora os lo cuento.
La importancia de la colaboración público privada
Lo primero que hay que decir es que es una tecnología que, personalmente, me parece extraordinaria. El uso de la tecnología bluetooth independiente del posicionamiento y el registro anonimizado de los identificadores de móviles me parece un enfoque brillante. Quizá la primera opción o la más lógica sería la geolocalización, pero es desde luego más invasiva. La solidez de la propuesta a la vez fiable y respetuosa con la privacidad tiene un mérito enorme.
En principio esto es posible por la colaboración de los proveedores de sistemas operativos casi todos los móviles del mundo: Google y Apple. El entendimiento entre estos dos actores y la puesta a disposición de la comunidad y de los gobiernos es una muestra el beneficio de la colaboración. Más aún cuando otros enfoques más intrusivos podrían parecer la única opción posible.
Ningún actor por si solo, público o privado hubiera podido lograr en tan poco tiempo algo así por si sólo. No hablo solo la tecnología, sino su recepción local y expansión. Es un camino a seguir para otras iniciativas.
Las limitaciones de capacidad a la hora de explotar tecnología
Sin embargo esto tiene una contraprestación evidente: la colaboración elimina autonomía y capacidad de gestión. En este caso, el ejemplo más claro es la limitación de disponibilidad de la app. En este caso, ni Android ni Apple permiten el uso de la aplicación en versiones anticuadas de la aplicación. Hasta cierto punto se puede entender desde la complejidad que tienen los sistemas operativos: en cualquier servicio como este se implican cientos de componentes que pueden tener una factura relativamente nueva. También es posible que haya interés comercial, dado que los aumentos de requisitos de Sistemas Operativos no es algo exento de presiones comerciales.
Sin embargo, lógicamente un gobierno puede decidir (o preferir) un enfoque algo más inclusivo. No es que el coste suponga una brecha importante. Los dispositivos de Apple son generalmente caros, pero puedes comprar un android 9.0 por 70 euros. Pero, en todo caso es una decisión que no toman los gobiernos sino que viene dada por la tecnología.
El potencial de la colaboración tiene una contraprestación que es la autonomía de decisión. Cuanto más dependemos del trabajo de otros, menos capacidad tendremos de generar exactamente la respuesta que preferiríamos. En un cálculo bastante aproximativo, diría que incluso con esta limitación (hablamos de Sistemas operativos de 5 ó 6 años de antigüedad) es muy poco probable que se alcanzaran potencialmente los resultados que se pueden lograr con esta herramienta. Otros enfoques podrían depender menos del bluetooth, pero podrían afectar más a la privacidad y hacer desistir a muchas personas.
Esto nos enseña que podremos hacer muchas cosas, más y mejores, pero no exactamente como quisiéramos. Es necesario plantearse un cálculo de hasta que punto las ventajas de la colaboración compensa el coste de no decidir todo. En este caso, al menos para mi, las primeras son muy superiores.
Retener el talento
Un tema más local es la importancia de esta ingeniera española en el diseño del modelo. La cuestión es que esta ingeniera no trabaja en España, lo que no deja de ser una historia más que escuchada. España es un país con un talento importante en el campo de la investigación y en el mundo digital. O, mejor dicho, hay capacidad de trabajo muy por encima de lo que las instituciones públicas y privadas parecen pueden asumir y a promover.
Este es un problema que, como digo, no es especialmente nuevo y que escuchamos cientos de veces. Creo que una parte de esta cantera viene de la necesidad de tener que buscar soluciones cuando en otros sitios hay más medios. En algunos sitios, cuando hace falta algo, se compra o contrata a alguien, en España, se estira el esfuerzo hasta donde llegue.
La colaboración internacional hace innecesaria esa explotación del talento interno, pero esa pérdida de talento hace que seamos más dependientes de otros a cambio de nada. Ceder capacidad de decisión para tener una tecnología mejor de la que tendríamos solos tiene sentido: hacerlo porque no has sido capaz de mantener recursos propios es tirarse piedras contra el propio tejado.
La compleja integración territorial y Radar COVID
En clave local en España tenemos la necesidad de integrar una solución de la AGE con los actores. Las CCAA son quienes aquí gestionan el sistema sanitario que son las CCAA.
Esta situación no debería ser un problema: cada agente tiene sus obligaciones y potestades. La definición de quién hace qué no debería ser un problema. Esta división haría quizá más fácil que quién hace la aplicación no conozca los casos positivos y, que quién tiene los positivos no tiene información sobre los contactos. En verdad, como digo, esto es más filosófico, porque la propia lógica de la aplicación es así.
En Canadá, donde escribo esto, el sistema sanitario también se gestiona por las provincias y no parece haber sido traumático. España es un país que tiene un problema de encaje institucional que se ha trasladado de manera dramática al plano tecnológico. El sistema es el que es, los municipios y autonomías tienen autonomía y tendríamos que tener un modelo de cooperación a partir de esto. La falta de voluntad política, como apunta mi amigo Borja Colón, supone un freno para aplicar una tecnología disponible. Esun fracaso no tecnológico, sino institucional.
Como digo, hay otros países con el sistema sanitario descentralizado, pero no sé si en todos se encuentran con este problema, pero diría que no.
La absoluta necesidad de uso de cualquier tecnología para que sea exitosa
Hace unos días un medio decía » Radar COVID: la aplicación que requiere del uso de todos para tener éxito». Esto me dejó un poco perplejo, la verdad. La tecnología es algo funcional, así que su éxito depende de su uso efectivo. A veces ese uso es localizado (por ejemplo, Tinder) y otras veces es generalizado (como Radar COVID).
En términos generales diría que la gran mayoría de aplicaciones de servicios públicos depende del uso de todos para su éxito. Cosas como las notificaciones telemáticas, el DNI electrónico, las sedes digitales, o cualquier otra cosa en la que nos hemos metido en los últimos 15 ó 20 años requerían del uso de todos para su éxito. De hecho, su fracaso es evidente desde el punto de vista de que están siendo muy poco utilizados. Llegamos a tener que invalidar los certificados de casi todos los DNI electrónicos y no se despeinó nadie porque, bueno, el uso es el que es.
No es que las aplicaciones de antes no dependieran de tener personas que las usaran, es que ahora la diferencia, entre tirar dinero o hacer algo útil tiene un coste en vidas.
La comunicación de Radar COVID es cosa de todos.
Realmente es de las pocas veces que veo un esfuerzo tan grande, especialmente de los agentes políticos, del uso de una herramienta tecnológica. Quizá el éxito de RADAR Covid dependa, en gran medida de la necesidad de impulsar por todos la importancia de la aplicación.
En todo caso, es una muy buena cosa que responsables del gobierno central, de gobiernos autonómicos, del sector público y privado es muy positiva. Parte del éxito de la herramienta será fruto de este esfuerzo de comunicación. Quizá en otros casos no se ha hecho, ya no digo a todos estos niveles, sino algo de comunicación. A veces parece que los gobiernos que tienden a inaugurar cacharros tecnológicos como el que inaugura rotondas.
El complicado papel del creador de la tecnología
Por último casi que diría que Radar COVID ha sido la puesta de largo de la Secretaría de Estado Digital y de Inteligencia Artificial (SEDIA), y de su responsable. No voy a ser crítico con este trabajo porque me parece bastante destacable tanto la velocidad a la hora de lanzarlo como el uso de un piloto. Evidentemente hay cosas a discutir, sobre todo la cuestión de la apertura de código: ¿cuándo abrirlo, cuando está terminado o cuando está todavía en beta? yo optaría por lo primero pero no soy un experto en la materia y hay buenos argumentos a favor de lo segundo.
Si que creo (al menos me gustaría tener evidencias en contra) de que la apertura del código no tendrá un impacto significativo en el uso por particulares: ni los sistemas operativos, ni los sistemas operativos de móviles, ni los buscadores, ni las herramientas ofimáticas, ni las redes sociales ni las herramientas de mensajería que utilizamos de manera mayoritaria (por poner unos pocos ejemplos) tienen código abierto y no parece que es impacte en su cuota de mercado.
Tampoco sé los entresijos de la colaboración autonómica, aunque supongo que podría ser mejor, tampoco es que al nivel de interacción que requiere parezca que se pueda dar mucha cabida. Es decir, tu te integras en el sistema que genera los código, que está asociado a la aplicación y se lo dices a la persona que ha sido diagnosticada y punto. Aquí hay (al menos desde fuera) poco margen de interacción y de negociación más allá del modelo de interacción.
Sin embargo, si que hay una cosa que me parece que es errónea: el protagonismo de la propia SEDIA. Entiendo que el papel, o al menos su papel en esta cuestión, es la de proveer una herramienta útil para el sistema sanitario. El sistema sanitario es quien debe explotar efectivamente la herramienta. En mi opinión el «propietario» (a quién se le complicará enormemente la vida si no funciona) del producto, es Sanidad (o debería serlo). Esta es una tensión normal y habitual entre proveedor y cliente tecnológico, pero es tan absurdo como si yo considerara que cualquiera de los proyectos que hago para AAPP son míos en lugar suyos.
Entiendo que parte del contenido político de la SEDIA es la de dar una voz a la modernización del país, pero la gracia de la modernización es que el país se modernice o no de que el modernizador sea moderno. Este es el principal borrón de una herramienta. Esto puede generar a la larga problemas para futuros proyectos, no sólo por su comunicación, sino por la propia responsabilidad de la gestión. Si mañana una aplicación de la SEDIA le explota a alguien en las manos, no será la SEDIA quien tenga que gestionar el resultado de la crisis.
Por todo lo demás, enhorabuena y, desde luego, no dudéis en descargarla.